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La
Dama de Shallot
"La
Dama de Shallot" John William Waterhouse, (1849-1888)
.
.
Por
fin, y gracias a la ayuda de Brida, he podido crear una sección
para compartir con todos ustedes
el
poema "La Dama de Shallot" escrito por Alfred Tennyson
en 1843 y que Anne intenta representar junto a sus amigas en el
capítulo "Una desgraciada Dama de los Lirios" en
"Anne la de Tejas Verdes".
Espero
que lo disfruten :-)
.
I
A
ambos lados del río se despliegan
sembrados
de cebada y de centeno
que
visten la meseta y el río tocan;
y
corre junto al campo la calzada
que
va hasta Camelot la de las torres;
y
va la gente en idas y venidas,
donde
los lirios crecen contemplando,
en
torno de la isla de allí abajo,
la isla de
Shalott.
.
El
sauce palidece, tiembla el álamo,
cae
en sombras la brisa, y se estremece
en
esa ola que corre sin cesar
a
orillas de la isla por el río
que
fluye descendiendo a Camelot.
Cuatro
muros y cuatro torres grises
dominan
un lugar lleno de flores,
y
en la isla silenciosa vive oculta
la Dama de
Shalott.
.
Junto
al margen velado por los sauces
deslízanse
tiradas las gabarras
por
morosos caballos. Sin saludos,
pasa
como volando la falúa,
con
su vela de seda a Camelot:
más
¿quién la ha visto hacer un ademán
o
la ha visto asomada a la ventana?
¿O
es que es conocida en todo el reino
la Dama de
Shalott?
.
Sólo
al amanecer, los segadores
que
siegan las espigas
de cebada
escuchan
la canción que trae el eco
del
río que serpea, transparente,
y
que va a Camelot la de las torres.
Y
con la luna, el segador cansado,
que
apila las gavillas en la tierra,
susurra
al escucharla: “Ésa es el hada,
la Dama de
Shalott”.
.
.
.
II
.
Allí
está ella, que teje noche y día
una
mágica tela de colores.
Ha
escuchado un susurro que le anuncia
que
alguna horrible maldición le aguarda
si
mira en dirección a Camelot.
No
sabe qué será el encantamiento,
y
así sigue tejiendo sin parar,
y
ya sólo de eso se preocupa
la Dama de
Shalott.
.
Y
moviéndose en un límpido espejo
que
está delante de ella todo el año,
se
aparecen del mundo las tinieblas.
Allí
ve la cercana carretera
que
abajo serpea hasta Camelot:
Allí
gira del río el remolino,
y
allí los más cerriles aldeanos
y
las capas encarnadas de las mozas
pasan junto a
Shalott.
.
A
veces, un tropel de damiselas,
un
abad tendido en almohadones,
un
zagal con el pelo ensortijado,
o
un paje con vestido carmesí
van
hacia Camelot la de las torres.
Y
alguna vez, en el azul espejo,
cabalgan
dos a dos los caballeros:
no
tiene caballero que la sirva
la Dama de
Shalott.
.
Pero
aún ella goza cuando teje
las
mágicas visiones del espejo:
a
menudo en las noches silenciosas
un
funeral con velas y penachos
con
su música iba a Camelot;
o
cuando estaba la luna en el cielo
venían
dos amantes ya casados.
“Harta
estoy de tinieblas”, se decía
la Dama de
Shalott.
.
.
.
III
.
A
un tiro de flecha de su alero
cabalgaba
él en medio de las mieses:
venía
el sol brillando entre las hojas,
llameando
en las broncíneas grebas
del
audaz y valiente Lanzarote.
Un
cruzado por siempre de rodillas
ante
una dama fulgía en su escudo
por
los remotos campos amarillos
cercanos a
Shalott.
.
Lucía
libre la enjoyada brida
como
un ramal de estrellas que se ve
prendido
de la áurea galaxia.
Sonaban
los alegres cascabeles
mientras
él cabalgaba a Camelot:
y
de su heráldica trena colgaba
un
potente clarín todo de plata;
tintineaba,
al trote, su armadura
muy cerca de
Shalott.
.
Bajo
el azul del cielo despejado
su
silla tan lujosa refulgía
el
yelmo y la alta pluma sobre el yelmo
como
una sola llama ardían juntos
mientras
él cabalgaba a Camelot.
Tal
sucede en la noche purpúrea
bajo
constelaciones luminosas,
un
malvado meteoro se aproxima
a la quieta
Shalott.
.
Su
clara frente al sol resplandecía,
montado
en su corcel de hermosos cascos;
pendían
de debajo de su yelmo
sus
bucles que eran negro cual tizones
mientras
él cabalgaba a Camelot.
Al
pasar por la orilla y junto al río
brillaba
en el espejo de cristal.
“Tiroliro”,
por la margen del río
cantaba
Lanzarote.
.
.
IV
.
.
Tensos
bajo el tormentoso levante
los
dorados bosques empalidecían,
la
corriente gimiendo en la ribera,
lloviendo
con fuerza el nublado
sobre
la torreada Camelot;
descendió
ella y encontró una barca
flotando
junto al tronco de un sauce
y
alrededor de la proa escribió
“La
Dama de Shallot”.
.
Y
en la oscura extensión río abajo
—cual
osado vidente en trance,
contemplando
tan sólo su infortunio—
con
turbado semblante
miró
hacia Camelot.
Y
al acabarse el día
soltó
la amarra, y se dejó llevar;
lejos
arrastró la corriente
a
la Dama de Shallot.
.
Yacente,
ataviada con níveo ropaje
que
ondeaba suelto a los costados
—las
hojas sobre ella ligeras cayendo—
a
través de los ruidos de la noche
bajó
flotando hacia Camelot:
y
mientras su proa iba a la deriva
entre
las colinas de sauces y los campos,
le
escucharon cantar su última canción,
a
la Dama de Shallot.
.
Una
tonada oyeron, lastimera, implorante,
ora
en alta voz, ora en voz baja,
hasta
que, lentamente, se fue helando su sangre
y
se oscurecieron sus ojos por completo,
vueltos
hacia la torreada Camelot;
pues
antes de que la corriente la llevara
junto
a la primera casa en la orilla,
cantando
su canción murió,
la
Dama de Shallot.
.
Bajo
torre y balcón,
por
muros de jardín y soportales,
cual
reluciente y alta silueta pasó flotando,
pálida
como la muerte entre las casas,
silenciosa en Camelot.
Acudieron
a los muelles,
caballero
y burgués, lores y damas,
y
en torno a la proa leyeron su nombre
La
Dama de Shallot.
.
¿Quién
es? ¿Y qué hace aquí?
Y
en el cercano palacio, iluminado,
murieron
los sones del regocijo real;
y
se persignaron con temor
todos
los caballeros de Camelot:
mas
Lancelot se quedó pensativo;
dijo
“Tiene un hermoso rostro;
Dios
en su bondad la llenó de gracia,
a la Dama de Shallot”.
.
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Los
gráficos de esta sección son cortesía de
Fuentes
utilizadas:
Dauphin,
Times New
Roman
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